La
película Madre (2017), del director
estadounidense Darren Aronofsky,
protagonizada por su actual pareja, Jennifer Lawrence y el actor español Javier
Bardem, ha recibido abucheos y bajas calificaciones por parte del público que
sale del cine sintiéndose estafado al haber estado 120 minutos frente a una
cinta que los deja perplejos y desconcertados.
Es una cinta
incomprendida, sí, pero no por las razones aparentes. La gente sale de la sala
diciendo que es mala, y esto se debe, obviamente, a que el significado subyacente de la película
se les escapa.
Para comprender esta
cinta y sus mensajes es necesario adentrarnos en el terreno de lo simbólico, lo
mitológico, lo arquetípico y lo bíblico, todo esto nos dará ciertas luces, no
todas, sobre el mensaje detrás la trama.
No creo que a
Aronofsky, director y escritor de la película, así como a los productores, les
interese mucho que el público no entienda la cinta o que la misma no recaude una
millonada en taquilla. Y no les interesa porque el mensaje está ahí y aunque no
lo captemos a nivel consciente, sí lo
hacemos a un nivel subconsciente. Se trata de una cinta “ritual” y “de
pago”, las cuales deben realizarse periódicamente como pago y agradecimiento por
lo que disfrutan, es un pago a sus dios, al que le deben la fama, riqueza y
premios, que han obtenido.
¿De qué va Madre? Básicamente de un “creador”, el
cual podríamos relacionar en un primer nivel con el Yaveh bíblico, ese creador
cruel que demanda adoración. Esto no es descabellado, pues cuando el personaje
interpretado por Jennifer Lawrence (la mujer, la “madre”) le pregunta a su
supuesto esposo (el poeta-creador), interpretado por Javier Bardem: “¿Qué eres
tú?”, nótese que le pregunta “¿Qué eres?” y no “¿Quién eres?”, este le responde
“Yo Soy Yo”, es decir: “Yo Soy el que Soy”, y es eso lo que significa Yahveh: “Yod
He’ Vav He’’” (YHVH)[1], cuatro
letras, el Tetragrámaton, que se refiere al nombre de Dios en hebreo. Yaveh no
es un nombre per se, fue la respuesta
que dio “dios” a Moisés al preguntarle este qué debía responder cuando le preguntaran
quién lo enviaba; de hecho el “pueblo elegido” de este “dios” tiene prohibido
pronunciar su nombre. Y esto es lo que responde el personaje “creador” en Madre: “Yo Soy Yo”. Eso nos da una pista
de lo que este personaje representa en la historia.
Este “creador” usa la energía de lo femenino, de la mujer, a quien siempre presenta como su “diosa”. La usa, pero no la respeta ni la valora, simplemente la necesita para crear. Otro mensaje de la historia: sin lo femenino no hay vida, pero esa energía debe ser controlada, sojuzgada, usada y tirada. De eso se trata la adoración a este “dios”: infravalorar lo femenino, sin lo cual no podría haber vida. Sin embargo su culto pasa por destruir a todas las madres: la tierra, la esposa, la hija, la vida…
Esta diosa, que
podríamos comparar con Perséfone, pues se le da un tiempo de gracia para estar
“arriba”, está enteramente dedicada a reconstruir un mundo desde las cenizas,
en este caso representado por una casa aislada. ¿Cuál es su papel? Reconstruir
ese mundo, nutrirlo, servir al creador; él está ocupado creando, ella está ocupada
reconstruyendo el mundo para él. La casa es un útero a través de cuyas paredes
ella siente una vida latiendo, un feto en el útero materno, un feto que se anuncia
desde los cimientos de ese mundo en recuperación.
¿Cuál es el mito de
Perséfone? Perséfone era una jovencita que fue raptada por Hades, el dios del
inframundo, era hija de Deméter (Ceres), diosa de la agricultura, quien la
buscó infructuosamente, y en su dolor la tierra comenzó a secarse, por lo cual
Zeus ordenó a Hermes rescatar a la joven del “Hades” (Hades es el nombre del
dios y el lugar al que van los muertos). El dios accedió a liberarla, pero
antes la incitó a probar seis semillas de granada, lo cual la condenó, pues
todo el que prueba alimento en el Hades pasa a formar parte del mismo; el trato
final fue que Perséfone pasaría seis meses en la superficie junto a su madre
(época en la cual los cultivos florecen) y seis meses en el Hades, junto a su
consorte. Hay que acotar que en la película la joven toma con frecuencia una
especie de ansiolítico representado por un polvo amarillo que se diluye en agua,
representación tal vez de la granada.
En la cinta, la
joven pasa una época en “la superficie”, tiempo en el cual todo florece gracias
a ella. Pero Hades es Hades y su naturaleza es la destrucción y la muerte, así
que invita a dos de sus hijos predilectos, ya totalmente descarriados: los
desterrados Adán y Eva, representados por Ed Harris y Michelle Pfeiffer, aduciendo
que ellos no tienen a dónde ir (y a dónde irían si él los desterró, por eso lo
buscan y lo adoran), sin explicar cómo llegaron allí. Este Adán está muy
enfermo, pues ha perdido el camino, y su Eva parece más una Lilith. Le habla a
la joven Perséfone sobre el sexo, actuando como una especie de iniciadora
oscura. Y es que el sexo parece estar ausente de la casa, y Adán y Eva van a
mostrarle a esta joven lo que es el pecado original. Esta Eva hace también las
veces de serpiente, critica la ropa interior de la joven aduciendo que quizás
ese sea el motivo por el que su esposo no la busca, o quizás otro… Sembrando
ella la angustia y la duda. No es de extrañar que Adán y Eva se burlen cada vez
que ella afirma que esa es su casa. Su palabra no tiene ningún valor para
ellos, lo único que cuenta es la palabra del creador.
Estando en la casa
ellos cometen una transgresión y él los expulsa de esa habitación donde la
cometieron, dice: “Nunca más entrarán aquí”, y sella la puerta, mas no los
expulsa de la casa, parece tener un vínculo muy fuerte con ellos. Cuando él se
enoja, Eva comenta: “Ya nos disculpamos, qué más quiere”, luego Adán y ella tienen
relaciones sexuales.
Adán y Eva, por
supuesto, tienen dos hijos: Caín y Abel, quienes llegan intempestivamente a la
casa peleando entre ellos, teniendo un altercado feroz, en el cual Caín termina
por derramar la sangre de Abel abriéndole la cabeza y matándolo. Eva, por
supuesto, culpa de su pérdida a la “diosa”, no al “creador”.
Tras esta primera
parte de la historia, con Adán y Eva ya ausentes, la joven queda embarazada y
el “poeta”, quien se hallaba bloqueado, comienza a crear. Todo parece volver a
la normalidad, los meses transcurren, su vientre crece, él escribe, y
finalmente, justo cuando ella ya está en los últimos días de embarazo él logra
terminar la obra, la cual se convierte rápidamente en un éxito.
Ella prepara una
cena para celebrar, pero el caos toca a su puerta, pues este creador quiere
reconocimiento por su obra; primero se trata de un grupo de periodistas, pero
pronto la casa se ve invadida convirtiéndose en el reino del Hades, un infierno
lleno de caos y muerte, en el cual el creador es el ídolo, todos lo adoran y él
goza de esa adoración. Recordemos que Yahveh es un dios que demanda adoración
por parte de sus fieles y para esto basta con leer el Antiguo Testamento. También se sienten privilegiados aquellos a
quienes el poeta ha dejado una marca, ¿una alusión a la ‘marca de la bestia’?
En medio de ese caos
nace el niño y nada más nacer comienza un duelo entre la madre y el padre: él
quiere dárselo a la multitud enloquecida, ella desea protegerlo.
Finalmente él logra
su cometido: se lo entrega a sus adoradores y estos lo matan para luego pasar a
devorarlo, y aquí hay que analizar varias cosas. Hay dos alegorías muy claras,
o quizás más de dos. Primero, una referencia clara a las ceremonias satánicas
tantas veces ya relatadas por personas pertenecientes a ese mundo, en donde el
sacrificio más cotizado es el de los recién nacidos, ceremonia en donde matan
al niño y luego lo devoran consumiendo su carne y su sangre, y para quien no
crea esto les recomiendo buscar información al respecto, hay demasiada. Hay que
acotar también que todo el que tenga fama en Hollywood lo hace por medio de la
asistencia a estos rituales, así que tanto los actores como el director saben
muy bien lo que están representando.
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Otra alegoría nos
dice cómo en el mundo controlado por Yahveh, el fruto de la madre es siempre
sacrificado, como lo fue Jesús, entregado a la multitud (recordemos que
elegimos a Barrabás) que clamó por su muerte, y luego en misa consumen su
cuerpo y su sangre para lavar la culpa. Lo cierto es que este creador, amante del
caos, la muerte, la destrucción y la adoración, le entrega el recién nacido a
sus adoradores enloquecidos acabando así con su vida.
La madre,
enfurecida, acaba con todos, es la única que tiene el poder para hacerlo, lo
sume todo en las llamas, alegoría clara del infierno, pero el creador no se
quema, no le ocurre nada, toma lo que queda de ella, la lleva a la habitación
matrimonial y le pregunta si todavía queda en ella algo de amor hacia él,
entonces toma su corazón -el corazón de lo femenino, de la vida-, lo extrae y todo
comienza de nuevo: ella, con un aspecto distinto, pero en el fondo siempre la
misma, debe volver a reconstruirlo todo para él, pues sin lo que ella tiene
para dar, él no podría existir.
El corazón que él le
extrae es, a la vez, el corazón de la casa, el corazón del mundo que comenzará
una y otra vez aprovechándose del amor de la madre. La pregunta es si alguna
vez dejaremos de pisotearlo, si dejaremos de matar a sus hijos cada vez que
nacen.
Por todo esto las
personas salen del cine con una sensación incómoda, diciendo que la película es
muy mala, pues todos estos significados se les escapan, tienen frente a sí
imágenes que no comprenden, pero que de alguna forma les resultan familiares,
se trata de una historia que tiene todo que ver con ellos y una vez más la
dejarán pasar, y ese justamente es el objetivo de quienes hicieron la cinta:
que continuemos viendo sin ver y oyendo sin oír, para que sigamos profanando a
la madre y adorando a un dios cruel y ególatra que nos han vendido como “el
creador”.
[1]
“Dijo
Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios
de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es
su nombre?, ¿qué les responderé? 14 Y respondió Dios a
Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY
me envió a vosotros“